Después de 10 años de no lanzar un álbum de estudio, Sigur Rós regresa con su octavo disco, Átta, (que de hecho significa ocho), y lo que puedo decir es que es el más magnánimo, grandilocuente, ambicioso, íntimo y dramático que hayan hecho hasta el momento. Pero, ¿Qué tan bueno está a comparación de sus otros discos? ¿En qué se ha inspirado la banda para componerlo?
Al igual que mucha de la música que han lanzado durante su carrera, en Átta nos encontramos con pistas lentas y contemplativas que se van desarrollando progresivamente durante varios minutos. Sin embargo, Átta se diferencia en que es un álbum principalmente atmosférico y orquestal al haber sido creado con la intención de que sonara a música escasa, flotante y hermosa; en palabras de su propio vocalista, así como de eliminar las percusiones al mínimo, algo que responde a las propias circunstancias en las que se encontraba la banda al iniciar la producción, con su baterista abandonando la agrupación en el 2018 y el tecladista y Kjartan Sveinsson reintegrándose en 2022 después de abandonarla finalizando las grabaciones del álbum Valtari.
Para lograr este sonido tan emocional que estaban buscando, decidieron colaborar con la London Contemporary Orchestra durante las grabaciones, lo que les ha ayudado a darle más profundidad y texturas al sonido.
El concepto de Átta se inspiró en el mundo pospandémico desgarrado por la guerra, la agitación económica, las guerras culturales y el discurso brutalmente divisivo que impera en el mundo, para responder con música que se siente como un vínculo unificador, con música que inspira el sentimiento de unidad ante las circunstancias difíciles.
Tema aparte es el mensaje que se puede interpretar por la portada del disco, la cual contiene una bandera de arcoiris incendiándose. Algo que encajaría con esta intención de mostrar un mundo esperanzador que se está desgarrando por situaciones tumultuosas. Pero es extrañamente coincidente que se haya elegido esta portada con estos colores con una fecha de lanzamiento en Junio, el mes pride, algo que se puede interpretar como las dificultades que siguen aplastando a varias comunidades, como la LGBT, en el mundo actual.
Pero, ¿Cómo es el sonido de este nuevo álbum de Sigur Rós? Bueno, Átta se siente como una experiencia éterea, celestial, espiritual, poderosa y muy inmersiva en donde no existen momentos de tensión, limitándose a mostrar paisajes pacíficos y esperanzadores que transcurren de una manera bellamente calmada.
No hay canciones de fiesta como las que contenía su quinto álbum, ni tampoco piezas oscuras y densas como en Kveikur. Tampoco hay las melódicas y nostálgicas composiciones que tan bien componían durante la época de Ágætis byrjun, Takk… o ( ). En vez de eso, la experiencia es más ambiental, tranquila y lineal, sin caer en el ambient tan experimental de su debut Von.
El punto negativo de este álbum es que es un álbum que carece de grandes sorpresas una vez que se han escuchado los primeros minutos del disco. La fórmula ambiental contemplativa y monótona comienza a alargarse a partir de la mitad. Después de una espera tan larga, algunos de los fans puede que se sientan decepcionados al buscar nuevos y emocionantes horizontes.Sin embargo, personalmente a mí me encanta justamente la cohesión que se siente entre todos los tracks y cómo la experiencia fluye de manera tan ligera durante 56 minutos que dura todo el disco.
Desde la maravillosa y optimista apertura “Glóð” hasta la sombría devastación en los coros de “Mór”, Sigur Rós evoca respuestas emocionales complejas. Los teclados en “Skel” son absolutamente desgarradores pero contrarrestados por coros brillantes. Delicados contrastes se disfrutan a lo largo de todo Átta, como por ejemplo las vocales distantes que se funden entre todo el sonido y que son rápidamente apagadas por la voz de Jónsi en primer plano.
«Klettur» es uno de los momentos más altos del disco, con un metódico bombo que emula latidos de corazón impulsando un siniestro himno. La voz de Jónsi se siente tan extraña como siempre, arremolinándose a través de las cuerdas y prácticamente indistinguible de ellas en ciertos puntos.
«Andrá» es otro punto cumbre del disco, con una guitarra acústica que atraviesa la orquestación y lleva el sonido a un plano más terrenal. Jónsi canta en los límites absolutos de su registro de una manera que se siente masiva, abrasiva e inmediata, así como distante y frágil.
Creo que no es el mejor álbum de Sigur Rós, pero sí es uno muy bello que se siente muy sólido, maduro y que es más interesante que, por ejemplo Valtari, el cual fue otro intento anterior de entregarnos una experiencia muy ambiental y onírica pero que cojeaba mucho durante su segunda mitad.
Si te gusta la música ambiental, orquestal y tranquila, deberías de darle una oportunidad Átta.