En el 2004 Kasabian lanzó su debut, y aunque al principio fue recibido por la crítica de forma tibia, poco a poco el álbum se fue posicionando de forma tan importante que hoy es considerado uno de los mejores álbumes de ese año (y en general de la escena rock independiente de los 00s). A exactamente 10 años, la banda no pudo haber elegido mejor fecha para lanzar un nuevo disco ahora que sus miembros parecen tener una enfermiza relación con los números.
Después de 4 álbumes bien elaborados, es difícil pensar en una superación de lo que ya nos han mostrado, sobre todo teniendo en cuenta los pasos tan cautelosos que suelen tomar en la «reinvención» de su propuesta. Siendo totalmente sincero, pienso que nada de lo que hagan en el futuro podrá superar aquel gran álbum del 2004 con el que Kasabian se dió a conocer a través de canciones un tanto oscuras con influencias de hip-hop y rock (aunque estuvieron cerca con West Ryder Pauper Lunatic Asylum (2009)); y 48:13 (2014) es un argumento contundente que refuerza lo que digo.
48:13 es probablemente lo que fue Empire (2006) en su momento: un álbum bien hecho pero que queda a deber por la forzosa comparación con sus anteriores. De hecho, las comparaciones con ese disco no se limitan simplemente a eso, también gran parte del sonido pareciera que lo retomaron directamente de lo que hicieron aquella vez. Han dejado atrás el tradicional pop y su simulación de soul con la que habían atacado en Velociraptor! (2011) para dar más lugar a los espacios electrónicos y al dance, sin cambiar radicalmente su esencia.
Hay canciones que suenan como verdaderos hímnos a la fiesta, «bumblebeee», «doomsday» y «eez-eh», que seguramente en vivo desatarán brutalmente la energía del público. El sonido es muy directo y avasallante, aunque a veces parece que no tienen algo importante que decir y sólo se han limitado a hacer las canciones que sabían serían del gusto en festivales por ser más divertidas, resguardándose en una estética minimalistamente choteada.
Además, lamentablemente no todo el álbum tiene el mismo sabor. Sufre una fuerte caída a partir del séptimo track «glass», en donde el sonido se aligera y hace adolecer al disco entero de una pérdida de identidad. La potencia retorna a medias hasta el décimo track «clouds» y se recupera totalmente con «eez-eh», el primer single del álbum.
El sentido de rotundidad se pierde con la última canción «s.p.s.», un track que sin duda sobra incluso a nivel narrativo, ya que previamente «bow», termina justo con los mismos sonidos con los que empieza el álbum; un detalle que seguramente planearon para que el álbum fuera redondo y diera la ilusión de ser cíclico, pero que «s.p.s.» arruina completamente al ser ulterior.
El disco es un ejemplo de cómo un álbum con buenas canciones se puede arruinar al meter partes innecesarias y meramente de relleno, sin ningún discurso que lo justifique. Aun así, por momentos goza de buena salud y resulta entretenido. Seguramente gustará a los fans consolidados de la banda y a los que no esperan mucho de la placa, aunque todos terminarán prescindiendo de algunos tracks en sus listas de reproducción.
Kasabian es una banda inglesa que se formó en 1997. Hasta 2004 tuvo la oportunidad de lanzar su primer álbum de estudio, justo en medio de una fuerte agitación del panorama rock británico lidereada por bandas como Franz Ferdinand o The Libertines, que haría realzar el soft rock, el britpop y el discurso independiente en el gusto de la gente. Pese a que la banda juega con muchos matices y subgéneros además del britpop, desde el principio fue vista como la heredera del rock que Oasis y The Stone Roses habían regalado e influenciado al mundo en décadas pasadas. Con cinco álbumes hasta el momento en su currículum, se han consolidado como una de las mejores bandas de Inglaterra de la actualidad.