Radiohead ha demostrado ser, a lo largo de su carrera, una de las bandas más grandes que jamás hayan existido. Con una discografía perfecta, la atención pública se redirige hacia ellos cada vez que lanzan un disco sólo para atestiguar la genialidad de cinco personas de Inglaterra que son capaces de innovar en la industria musical y entregarnos siempre composiciones maestras.
Esta vez no es la excepción, ya que han logrado crear otro álbum perfecto y hermoso que, a diferencia de su anterior (The King of Limbs), puede ser apreciado por un público mucho más amplio al ser menos experimental y más relajado, sin que ello signifique que sea menos complejo. En esta reseña desentrañamos a uno de los mejores discos que se han compuesto en mucho tiempo y que, desde ya, apostamos a que será el mejor del año.
Un trabajo nuevamente oscuro
En general podemos decir que A Moon Shaped Pool es un álbum tranquilo con pocos momentos de explosiones y pirotecnia. Es de los discos menos agresivos que han compuesto, pero sin duda, es el más lúgubre. De los clímax más cargados que escucharemos será el que ya apreciamos hace unos días en «Burn the Witch», con esa gran y perturbadora sección de cuerdas que abre el camino para mostrarnos un disco con síntomas distímicos.
En su trabajo previo, la banda ya había mostrado mucha oscuridad en sus canciones. Este rasgo se repite con composiciones llenas de melancolía que funcionan adecuadamente para hacernos recordar difíciles situaciones existenciales. La ruptura de Yorke con su ex pareja el año pasado, así como los problemas socio ambientales que la humanidad atraviesa, y que, como Thom ha mencionado en alguna entrevista, no lo dejan dormir, parecen haber sido las grandes influencias para que el disco suene de forma tan melancólica y lenta. A Moon Shaped Pool nos invita a la noche y a escucharlo sin prisas; a reconocer en él aterradoras y espectrales ambientaciones que se funden con finura y elegancia. Es un trabajo muy sombrío, sí, pero que al final intenta ser una luz reformadora de conciencias.
Perfecto punto de equilibrio
Con A Moon Shaped Pool la banda ha logrado encontrar y ejecutar una fórmula perfecta que han buscado durante años, integrando desde electrónica experimental hasta un rock muy sincero. De esta forma, este trabajo lo podemos catalogar como «la cumbre de su carrera», en el sentido de que han tomado todas las influencias con las que ya habían experimentado y las han combinado de forma magistral. Algo muy similar había ocurrido en Hail to the Thief e In Rainbows, trabajos en los que recorrían una gran cantidad de texturas y matices en los sonidos, sin embargo, en esta ocasión, el objetivo también ha sido integrar nuevas y viejas tecnologías, tanto en los instrumentos como en la misma producción del disco, logrando que todo el proceso creativo esté sumergido en una dinámica de equilibrio y perfeccionamiento.
La forma en la que han proyectado la esencia que tanto han pulido a lo largo de los años, hace que cuando escuchemos algunas piezas, nos remitamos directamente a otras épocas de la banda. Por ejemplo, «Ful Stop», con muchísima influencia krautrock, parece haber sido creada en las sesiones de Kid A/Amnesiac. O «Daydreaming», que con su electrónica ambiental podría encajar perfectamente en The King of Limbs. Otro ejemplo es «Present Tense», y su arpegio de guitarra acústica que nos hace pensar inmediatamente en OK Computer. «Burn the Witch» encajaría perfectamente en Hail to the Thief… Y en realidad esto pasa porque, la mayoría de los tracks, verdaderamente han sido concebidos durante otras épocas creativas de la banda. Sin embargo, todos han sido arreglados y cohesionados para que funcionen juntos en un disco moderno de Radiohead. Hay canciones que se sienten inclinadas mayormente hacia la electrónica como «Daydreaming» o «Ful Stop», y otras que son mucho más orgánicas y tradicionales como «Desert Island Disk», pero todas se conjugan en una perfecta simbiosis gracias al trabajo orquestal que les han hecho.
Cuerdas, cuerdas, cuerdas
Aunque no hay una reinvención notoria en la estética del sonido, la innovación radica en la integración de orquestalidad, y para ser más precisos, de instrumentos cordófonos. Radiohead ha querido lograr un álbum moderno, pero también muy orgánico, y para esta última parte han llamado al director de orquesta Hugh Brunt, quien en conjunto con Johnny Greenwood, se han encargado de los arreglos de las canciones.
A Moon Shaped Pool se encuentra cohesionado por todas esas cuerdas que la London Contemporary Orchestra ha metido durante los 53 minutos que dura la placa. Las ambientaciones downtempo y opresivas que contiene, son contrastadas en todo momento por cálidos violines, violas, cellos y arpas que redirigen la experiencia hacia la belleza absoluta. Además de ello, Thom ha retomado varias canciones acústicas que embonan perfectamente con el sonido, y a su vez, con los mensajes reflexivos que emite al mundo.
Este es el «álbum académico» de Radiohead. Una placa que se convierte en un clásico instantáneo y que se puede utilizar perfectamente para demostrar a cualquier persona los límites tan amplios y complejos que el sonido de la banda abarca.
Voces
Otro elemento de suma importancia, pero que puede pasar de forma más inadvertida, es el trabajo vocal. En todas las canciones hay un juego impresionante de voces, en donde Thom Yorke, aunque no da muestras marcadas de su rango vocal, juega de una manera muy interesante. La London Contemporary Orchestra también ha jugado un papel importante en esto, integrando muchos coros para completar una experiencia íntima, nostálgica y melancólica.
Desde la voz en reversa al final de «Daydreaming» que parece decir «Half of My Life/Half of My Love«, los coros celestiales en «Decks Dark», todas las texturas vocales creadas como si fueran ecos en «Identikit», las pequeñas risas y murmullos en loop al principio de «The Numbers» que se convierten en coros infantiles, hasta la voz desnuda y vulnerable de Yorke en «True Love Waits», nos muestran que se ha hecho mucho hincapié en explorar diferentes técnicas que permitieran transmitirnos las emociones correctas a través de los mensajes perfectos.
Los mensajes perfectos
Afortunadamente, las letras abordan temas muy pertinentes que conectan con cualquiera que entienda un poco del contexto socio político y ambiental que actualmente vivimos. No es un álbum que refleje superficialidades. Es un álbum que refleja trascendencia y luminosidad hacia la raza humana; un álbum que transmite las inquietudes más grandes de los integrantes de la banda a través de muchísimas metáforas que se convierten en tarea del escucha descifrarlas.
«Burn the Witch» habla sobre los refugiados europeos y la continua persecución socio-política que algunos grupos minoritarios e incomprendidos viven. «Daydreaming» alude a la alegoría de la caverna de platón para enviarnos un mensaje de conciencia ambiental (al igual que «The Numbers»), y al final, mediante un mensaje escondido, dirigirse a la ex pareja de Thom. «Decks Darks» posiblemente habla también sobre el rompimiento de Thom con Rachel Owen el año pasado y con quien había vivido la mitad de su vida, o tal vez sea una crítica a la oscura edad que la humanidad está viviendo. «Glass Eyes» aborda temas de ansiedad y alienación, describiendo a un personaje que está asustado por la sociedad. La grandiosa «Identikit», probablemente el mejor track del disco, habla sobre cómo reconstruimos a las personas en nuestra mente sólo para llenarnos de resentimiento hacia ellas. Finalmente, canciones como «True Love Waits» y «Present Tense» nos muestran el lado más personal de Yorke, hablando sobre él mismo y sus sentimientos de odio y amor.
Como es obvio, la banda ha logrado empalmar muchas canciones con diversos significados de forma que de manera conjunta, construyen un álbum cuasi conceptual, en donde el gran tema es la transmodernidad, es decir, «la descripción de la situación en que nos hallamos, un punto de no retorno ante nuestras antiguas certezas, pero también una asfixia que pugna por salir de la banalidad.«
El final perfecto.
«Tinker Tailor Soldier Sailor Rich Man Poor Man Beggar Man Thief» y «True Love Waits» hacen uno de los finales de álbumes más hermosos que hemos podido escuchar. Estéticamente, parten de rasgos sumamente nostálgicos, como lo es el nombre de una rima utilizada por niños y una grabación que pareciera estarse reproduciendo en un viejo acetato; así como rasgos muy melancólicos, como lo es el piano de fondo en «True Love Waits», las capas etéreas de cuerdas y sintetizadores que absorben todos los demás sonidos, y la voz desnuda de Yorke cantando:
«Ahogaré mis creencias, para mantenerte en calma…
No estoy viviendo, sólo estoy matando el tiempo…
Sólo no te vayas, no te vayas…
Y el verdadero amor espera.»
Al final, estos rasgos nos hacen ser espectadores del suplicio que, tanto Thom como sus compañeros, han retratado para sosegar su alma, lo cual resulta en una lenta, sobresaliente y desgarradora experiencia.
Aspectos técnicos bien cuidados
La producción, como es característica de Nigel Godrich, productor de la banda, ha sido profunda y minuciosamente cuidada. Se nota que se ha explotado al máximo todos los recursos disponibles para darnos una placa redonda, intrigante y completa. En ningún momento queda a deber nada ni se siente un hueco creativo o que alguna mejora se le pudo haber hecho. Realmente un trabajo impecable.
Los único puntos «negativos» son la mezcla y masterización, las cuales, se notan encaminadas hacia la compresión del sonido dejando un rango dinámico muy pobre. ¿El disco suena mal? Para nada. Suena majestuoso, y eso se debe a que justamente estos aspectos técnicos opacan y desdibujan muchos detalles, logrando una experiencia triste, ríspida y a tono con la estética sombría. No sabemos si esto fue hecho a propósito, pero no lo podemos catalogar meramente como un «error», sino como parte del conjunto de significados que A Moon Shaped Pool retrata. Siendo realmente sinceros, no influye para nada en la experiencia.
Arte puro
Una de las primeras descripciones que supimos del disco fue la realizada por su diseñador Stanley Donwood, quien dijo que el disco era «una obra de arte». Ahora que lo hemos escuchado no podemos estar más de acuerdo. Cada aspecto ha sido trabajado de tal forma que, sin duda, nos encontramos frente a una obra de arte y uno de los mejores discos de la banda. Artwork, sonido, proceso de creación, videos musicales y hasta la campaña de mercadotecnia digital, han sido concebidos con la intención de decirnos algo, de expresar principios, valores, inquietudes, temores y significados; muy lejos de notarse una función mercantil. Radiohead se posiciona nuevamente en el radar, afortunadamente por la música que hacen y no por sus actos como individuos ni por otras cuestiones banales. A Moon Shaped Pool es un disco perfecto que trascenderá en el tiempo, que escucharemos a través de las décadas, y que finalmente funcionará tanto para regocijarnos ante su belleza ilimitada, como para reconstruir en la historia la realidad opresiva de la segunda década del siglo XXI.