Abanderando la nueva oleada de rock alternativo, pero sin estar causando demasiado ruido hasta el momento, Nothing But Thieves ha lanzado su segundo álbum, en el cual, sus integrantes demuestran un gran poderío para construir canciones memorables, estilizadas y potentes que sin duda se convertirán en himnos de estadio que coreará la generación que los escuche en la actualidad. Es obvio que la agrupación no ha hecho un disco cualquiera; estamos ante uno de los más fuertes candidatos a disco del año; una inmensa y ambiciosa placa con tanta fuerza y dinamismo que desde la primera escucha se siente cercana a la perfección, y por lo tanto, es una escucha obligada para todos.
La evolución que la banda inglesa tuvo desde el lanzamiento de su debut hace apenas 2 años es increíble. Nothing But Thieves (2015) fue un disco normalón que, aunque contó con momentos rescatables, no tuvo el flujo tan basto de creatividad que ahora nos muestran con Broken Machine. Pero, ¿qué es lo que hace que este nuevo disco sea tan bueno? La respuesta, sin duda, es la gran versatilidad que demuestra para jugar con diferentes géneros musicales.
En él podemos encontrar desde un hard rock difuminado hasta reminisencias a electrónica industrial; podemos oír tintes de math rock o acordes de pop; todo perfectamente armado en una experiencia con muchísimos matices que están bellamente conectados. Con una duración de 43 minutos en su versión estándar, en ningún momento aburre o se siente monótono, al contrario, en cada canción la banda es capaz de reinventarse y sorprender. Pocas veces se logran hacer discos con estos resultados, en donde cada minuto es fundamental y extremadamente disfrutable, creando una experiencia general que cuesta imaginar cómo podría ser mejorada.
Broken Machine de Nothing but Thieves: Una elegante muestra de rock alternativo.
Definiendo a detalle el disco, el sonido de Broken Machine se puede etiquetar con facilidad como Mainstream Rock, orientado a ser digerible pero sin llegar a ser un producto plástico. Detrás de él no hay altas dosis de experimentación o riffs taladrantes para los oídos, por lo que estamos ante un disco universal que probablemente haga escalar muy rápido la fama de la banda. Este álbum es algo así como un Hot Fuss (2004) de The Killers, con un pop elegante y refinado que se le prefiere clasificar como rock alternativo por su médula innovativa y original. De hecho, hago directamente la comparación con The Killers ya que en «Sorry» hay una influencia grandísima e innegable.
En los demás tracks se notan tantas influencias, que mientras se escucha, es difícil establecer si el disco tiene una naturaleza oscura o clara. Nothing But Thieves le hacen honor a su nombre al ser ladrones de todos los géneros. En los primeros 2 tracks, «I Was Just a Kid» y «Amsterdam», el sonido se avalancha hacia un rock vigorizante que nos recuerda a Royal Blood o Dead Poet Society, con la gran diferencia de darle muchísimo protagonismo a los pequeños detalles que van creando una sensación muy interesante de progresión.
Canciones como «Live Like Animals» o «Number 13» (en la versión deluxe) muestran a Nothing But Thieves divirtiéndose con una electrónica radiante y un rapeo bien ejecutado. Es increíble ver cómo una banda de «Rock Alternativo» tiene tantos ingredientes en su receta y es capaz de mezclarlos de manera deliciosa en diferentes capas. Del lado contrario tenemos canciones como «Sorry» o «Particles», que son perfectas composiciones de pop con todo lo necesario para ser cantadas por generaciones. Vaya, que el disco hace muy bien su trabajo comercial. Cada track es extremadamente pegajoso y cuenta con una identidad propia muy poderosa.
Narrativamente, toda la experiencia es una verdadera delicia. El disco nos habla sobre las creencias falsas, la incapacidad de ser alguien, los sentimientos producidos, los amores tortuosos, la juventud que conlleva ignorancia y el sentimiento de no encontrar un lugar en el mundo. De hecho, «Broken Machine», la canción que da nombre al disco, resume a la perfección la esencia del álbum a través de una letra en la que el autor se muestra como una máquina rota, imperfecta; un sistema agrietado por dentro pero que se le exige, directa o indirectamente, mostrarse funcional. Al final, todo es solamente una ilusión, una máscara para sobrevivir, un paliativo para no estar envuelto en la agonía de la incertidumbre y del sinsentido.
Nothing But Thieves nos pinta escenarios con problemas para ver la realidad, para saber lo que de verdad está pasando y la necesidad de descubrir algo más allá. Conor, quien escribe las canciones, lo dibuja todo de una manera simple y emocional, narrado en primera persona para conectar directamente con nosotros, los escuchas.
La experiencia como productor que Mike Crossey ha ganado durante los últimos diez años, probablemente fue un factor fundamental para lograr que la banda proyectara todo su potencial. Este señor, quien ha estado detrás de algunas piezas de bandas tan importantes como Arctic Monkeys, Foals, Blood Red Shoes o The Kooks, es quien estuvo a cargo de la producción del registro y no tenemos ni una sola queja de su trabajo.
A nivel técnico, todo está perfectamente en su lugar, con una batería limpia y mate que desde los primeros segundos del disco suena endiablada, un bajo muy corpulento que es bastante distinguible, todo abriéndole paso al verdadero protagonista de la placa: la perfecta voz de Conor Mason, su gran falsete y su amplio rango vocal con el que juega a diestra y siniestra, algo que desde su debut ya hacía, llegando a ser comparado con Thom Yorke de Radiohead o Matt Bellamy de Muse.
Al final, es claro que a algunos no les va a caer tan bien la orientación pop del disco, o no les va a gustar de forma general sus canciones, ni mucho menos el corte de cabello de Conor. En la música hay gusto para todos, en la apreciación del arte todo es subjetivo y eso es lo bello de esto, pero al menos estamos seguros que Broken Machine es justo como un disco debe hacerse, con muchos ases bajo la manga para sorprendernos en cada instante, con un gran dominio técnico y una pasión que se puede sentir en cada momento. Para nosotros queda claro que, en el contexto actual, merece una calificación perfecta, aunque en un futuro, cuando envejezca, se le podría calificar de otra manera dependiendo de su trascendencia y la huella que deje en el mundo.