Desde el increíble debut de Black Rebel Motorcycle Club, los californianos nos mostraron discos tan buenos y fluidos que aparentaban no representar ninguna dificultad su creación. Aún cuando no todos suenan a lo mismo, parecía que tenían dominada una fórmula que iba a durar para siempre (y eso nos hacía infinitamente felices); no había nada de qué preocuparse. Pero ahora, con el lanzamiento de Wrong Creatures, su última placa discográfica, uno se da cuenta que en cualquier momento, una excelente banda puede tener un increíble e inexplicable tropezón, así que sí, lamentablemente esta es la reseña del peor disco de la banda.
What happened to my rock ‘n’ roll? Wrong Creatures es el disco malo en la discografía de Black Rebel Motorcycle Club.
Pero vayamos por partes. Para entender exactamente por qué es malo este disco, se debe saber que la banda ha intentado llevar su sonido en una dirección diferente, mucho más atmosférica y densa. Como los mismos integrantes lo han expresado en algunas entrevistas, al principio, cuando empezaron a trabajar en este álbum, tenían «un montón de canciones de rock and roll nitro fueled y otras que tenían una atmósfera oscura, más rara.» Al final retiraron prácticamente todas las canciones de rock and roll y se quedaron con las raras «solo porque querían hacer algo distinto».
Pero además de hacer algo distinto, la banda quería que la experiencia fuera muy homogénea, diferente a Specter at the Feast (2013), el cual transitaba por diferentes curvas, algunas más tranquilas y otras más violentas. Justamente, el verdadero problema del sonido que han construido en esta ocasión se origina aquí, al presentarnos un sonido etéreo que se mantiene en un mismo nivel durante los 59 largos minutos que dura. El resultado final es una placa muy aburrida que se aleja completamente del rock de guitarras para dirigirse hacia ninguna parte.
El intro «DFF» ya nos da una clara idea de la atmosférica placa que se han encargado de armar. Son 2 minutos que nos aclimatan para una experiencia oscura en sus mejores momentos, y ñoña en la mayoría del tiempo, en donde se pierde toda la energía que ha caracterizado a la banda (algo que nadie jamás pidió ni pediría).
Todas las composiciones son completamente predecibles, sosas y no tienen fuerza, aún en sus supuestos momentos cumbre. Simplemente no se siente como un disco conceptualizado ni ejecutado con ganas. Es como si las partes de él no encajaran. De hecho, hay un severo problema creativo en su composición que se llega a notar con mucha facilidad. La progresión de cada canción es plana y poco interesante, limitándose a simplemente hacer que pase el tiempo con muchísimos momentos que carecen de sentido. Existe la posibilidad de que esto haya ocurrido al ser escrito en 2 partes diferentes, una antes de su tour por Sudamérica en 2016 y otra tiempo después; o porque la mitad de las letras le pertenecen a Robert Hayes y la otra mitad a Robert Levon; o porque simplemente la experimentación con nuevos sonidos les costó más trabajo del que debería.
«Spook», el segundo track, aunque empieza con un misticismo brutal, se cae tan pronto empieza el coro, el cual carece de una buena construcción melódica. Poco a poco el disco va tornándose lento y rasposo, y aunque hay cierta belleza en ello, tampoco es que valga la pena.
«King of Bones» es el punto álgido de la disonancia que nos presenta esta nueva versión de BRMC. Este track, aunque al principio es indigerible, si se le da la oportunidad en varias ocasiones, uno se dará cuenta que es la mejor composición que contiene la placa, la más trabajada y la que posiblemente engloba lo que quisieron hacer en este álbum pero que no resultó.
«Little Thing Gone Wild», sencillo que ya habíamos escuchado, es uno de esos pocos momentos en donde la banda vuelve a ser el BRMC que ya conocemos, con las electrizantes guitarras que hemos escuchado durante 17 años. Y ya. Lamentablemente no hay mucho más que este disco nos pueda ofrecer. «Haunt», «Echo» «Ninth Configuration» «Question of Faith» «Calling Them All Away» «Carried From the Start» y «All Raise» son la misma canción disfrazada de una diferente. Y ya mejor ni hablo de «Circus Bazooko» porque, aunque se aplaude que intentaron expandir las fronteras de su sonido, esta rola es el claro ejemplo de que suena a que lo hicieron súper forzado, perdiendo toda objetividad sobre su propio sonido y creyendo que estaba padre solo porque sonaba a un circo.
Black Rebel Motorcycle Club nunca se ha caracterizado precisamente por tener riffs taladrantes o un poderío brutal, pero aquellas cosas que nos encantan de la banda, como su energía bien enfocada, sus desafinadas guitarras, el coqueteo entre el blues, rock y la americana, o sus melodías contagiosas, no se ven por ninguna parte en este disco. La banda parece pasar por un momento creativo complicado. 🙁
R.I.P. Rock and Roll (1954 – 2018)
Black Rebel Motorcycle Club es un grupo estadounidense de garage rock, originario de California.
Sus integrantes fundadores se conocieron en preparatoria. Etiquetados dentro de la New Rock Revolution, nombre que utilizó la prensa musical entre 2001 y 2003 para grupos como The Strokes, The White Stripes y Kings of Leon, decidieron separarse rápidamente de los demás, tanto musical como estéticamente. Sus primeros dos trabajos están llenos de punk rock acelerado con influencias de Iggy Pop and The Stooges, Ramones, The Doors, Sex Pistols y bandas británicas ochenteras como Spacemen 3 y especialmente The Jesus & Mary Chain. Sin embargo, existían también canciones más lentas, psicodélicas y groovy influenciadas por grupos shoegaze como My Bloody Valentine y Ride. Su segundo álbum Take Them On, On Your Own, incluye canciones como «Generation» y «US Government» que atacan explícitamente a los Estados Unidos y en particular a George Bush. A partir de ahí, en cada placa, han logrado ampliar su sonido construyendo una identidad propia muy divertida de escuchar.