Después de la sorpresiva filtración del disco que se dio la semana pasada (2 meses antes del lanzamiento previsto), la artista islandesa decidió arremeter la situación publicándolo oficialmente en iTunes sin mayores rodeos. Una acción firme para un problema serio. Aún así, las consecuencias financieras parece que serán graves. Lo único «bueno» de todo esto es que nosotros, simples mortales, podemos disfrutar del nuevo trabajo de Björk desde ya. Y sí, fans y melómanos en general: nos encontramos frente a una placa maestra. Uno de los mejores álbumes de la artista y muy posiblemente uno de los mejores del año. Una gigante barbaridad que nos hace recobrar la fe en la humanidad.
Orquestación oscura. Electrónica matemática dispuesta por Arca, productor venezolano. Melodías que estremecen los sentidos. Con su característica marca personal, la artista abre su alma y su pecho para mostrarnos su esencia a través de la experimentación musical a la que se ha entregado toda la vida. Conceptualmente, esta obra refleja la triste línea cronológica que la islandesa peregrinó durante su separación con el padre de su hija. Un álbum donde el dolor impregna todas las paredes del disco.
Vulnicura: El dolor hecho música
Desde la primera canción, «Stonemilker», se nos revela la función de Vulnicura como documento antropológico, llamado para canalizar la angustia y opresión de los sentimientos más complejos y abstractos que alguien puede sentir en los momentos de desesperación que significa la separación. Conforme avanza, la humildad y honestidad con la que narra la sofocación por el ahogamiento de su alma estremece a tal punto de hacernos sentir incómodos como simples espectadores de una escena tan aterradora. Se puede escuchar en todo momento cómo su espíritu se está quemando y nada podemos hacer.
De forma oscura e introspectiva, Vulnicura viola la intimidad emocional, resultando en el ejercicio más honesto que nos ha entregado Björk. Llegar a conocer tan profundamente la soledad, la frustración, el sufrimiento y el ahogamiento en una poción tan oscura; se traduce en una experiencia estética apabullantemente orgásmica y desconsoladora que pocas veces nos provoca la música moderna. Un verdadero viaje sórdido por las entrañas de las grietas de las relaciones humanas.
Probablemente lo único de lo que peca el álbum es que fija como límites los mismos géneros con los que ya ha experimentado. Pero el resultado final justifica todo esto. Aunque la experimentación en Biophilia (2011) fue abundantemente grata, y la orquestación trascendental en Homogenic (1997) y Vespertine (2001); es frente al nuevo álbum cuando uno encuentra más coherencia musical entre el lenguaje sonoro que ocupa la artista y la semántica de sus letras. Afortunadamente ha elegido a los mejores colaboradores para artificiar sus estructuras decadentes.
La electrónica de Arca está presente de forma punzante y vibrante. El disco suena como si en vez de avanzar, fuera retrocediendo. Los ambientes en vez de construir, se destruyen; y en este proceso dejan ir algo que nunca se recuperará. La naturalidad con la que fluye todo logra que las composiciones sean largas y lleguen a transmitir ese dolor extenuante que la ruptura de dos almas provoca. La forma abrupta de terminar algunas de sus nuevas composiciones, infunden la idea de lo efímero que puede resultar todo.
Al final, cuando uno termina de escuchar Vulnicura de Björk, sabe que no es la misma persona que lo empezó. Algo cambia después de profanar e intimar con el dolor tan sincero e incierto que se nos muestra durante una hora. Lo menos que se puede hacer para recompensar la experiencia tan grata y pura que nos brinda, es comprar el disco físicamente cuando salga y apreciarlo con toda la devoción del mundo.
Björk, es una cantautora, multiinstrumentista, compositora y productora islandesa. Su particular estilo musical, sólo podido explicar con la etiqueta «experimental», ha sido ovacionado por toda la industria. Tras haber formado algunas bandas post-punk, saltó a la fama como una de las cantantes principales del grupo de rock alternativo The Sugarcubes, manteniendo un seguimiento de culto en Estados Unidos y Reino Unido. Tras la desintegración del grupo, se mudó a Londres, donde comenzó una prolífica carrera en solitario en la que, a través de 8 diferentes álbumes, todos apoyados transversalmente con diferentes elementos ajenos a la música como vestuario, fotografías, diseños de moda, apps y video clips; la artista islandesa ha roto todos los esquemas posibles para demostrarnos una y otra vez, que los límites artísticos, son meras ilusiones.