Vamos admitiéndolo: los Arctic Monkeys ya no son una banda de rock, o más bien, ya no tocan rock, y de manera inteligentemente honesta, lo explican desde los primeros segundos de su nuevo álbum con un sonido soft influenciado en el soul más blue eyed, el jazz más comercial y el R&B más melancólico; y con Alex admitiéndolo sobriamente al micrófono:
«Sólo quería ser uno de los Strokes, ahora mira el desastre en el que me has convertido.»
Así que, para escuchar este disco, es importante entender verdaderamente el trabajo que la banda ha querido hacer y no compararlo injustamente con las otras piezas de la banda. De hecho, en cada disco la banda ha intentado reinventarse, así que no debería de haber ninguna queja o sorpresa en este sentido.
Tranquility Base: Un disco con bases tranquilas.
¿Y cómo deberíamos de entender este nuevo trabajo de la banda? La composición del disco fue hecha inicialmente con Turner en un piano que le regalaron en la víspera de su cumpleaños 30. El proceso creativo de la banda por primera vez se basó en un instrumento que no eran sus tradicionales guitarras, y eso es un cambio fundamental que es muy evidente al momento de escucharlo. De la misma forma, todo el disco parece que fue hecho tomando como base composiciones que Alex hizo, y a las cuales, los demás integrantes solo le fueron añadiendo ideas. Esto también es significativo ya que, para mal, el talento de Turner sobresale en el sonido, opacando y relegando todas las aportaciones de los demás integrantes, pese a que, han intentado romper todos sus límites musicales al probar nuevos instrumentos, como Jamie Cook con el lap steel, Nick O’Malley con la guitarra o Matt Helders con los sintetizadores; y vale la pena mencionarlo, Turner también se ha expandido a otros instrumentos, incluso llegando a tocar la batería en «Batphone», el bajo en 6 canciones, el orchestron, sintetizadores y demás.
Pero los sonidos que presenta el álbum no fueron hechos solamente por ellos. Ahora más que nunca, su productor favorito, James Ford, se ha convertido también en un nuevo integrante para aportar, en muchísimos momentos, ideas musicales que robustecen la experiencia. Y no sólo él, también se han valido de otros 8 músicos extras para lograr crear la experiencia de smooth jazz que probablemente tenían como meta. Lamentablemente esto refuerza el argumento de que, todos menos Turner, quedan como simples músicos que acompañan pero que no sobresalen ni explotan su talento.
Un disco que se basa por primera vez en nuevos instrumentos necesitaba también de nuevas influencias, y éstas quedan muy visibles en el sonido, probablemente porque los integrantes no han podido masticarlas lo suficiente como para reinterpretarlas con su propia esencia, quedando todo en meras imitaciones. El estilo glam y setentero de David Bowie, Serge Gainsbourg, y Father John Misty son probablemente lo primero que viene a la cabeza cuando se escucha la placa, al ser artistas clave que Alex tomó como referencia para poder construir sus nuevas composiciones que olvidan la estructura clásica de estrofa-estribillo-estrofa para presentarnos estrofas unidas con puentes.
Pero hay que hablar no solo del sonido, sino también de la evolución lírica, y este probablemente es el punto más fuerte del álbum. Turner se ha convertido en un poeta que, con gran facilidad, nos transporta a escenarios interesantes, cautivadores y sorprendentes. Neta que es impresionante la facilidad que tiene para contar historias que son verdaderamente atractivas como creíbles. Esta vez, los letras que construye exploran la ciencia ficción, a través de una temática espacial con infinitas reminiscencias al imaginario colectivo de la cultura de los 70s. «Star Treatment» abre el disco para declarar la nueva dirección de la banda con una metáfora sobre cómo idealizamos a las celebridades a través de una distorsión mediática.
En muchas partes Turner se encarga de hacer críticas hacia el mal uso tecnológico. Por ejemplo, «Batphone» habla sobre el uso de dispositivos móviles como una forma de control:
«¿Te he contado todo sobre la vez que fui atrapado en un agujero a través de un dispositivo portátil?»
O la última canción, «The Ultracheese», que menciona la extraña forma en la que nos relacionamos y construimos la percepción de «amistad» a través de las redes sociales:
«Todavía tengo fotos de amigos en el muro. Supongamos que ya no somos realmente amigos. Tal vez nunca debería haber llamado amistoso a eso»
Aunque narrativamente es muy sólida y coherente la experiencia, musicalmente solo la primera mitad del álbum es realmente interesante. Especialmente «Star Treatment», «American Sports», «Four out of Five», o la mejor del disco «Tranquility Base Hotel & Casino», las cuales verdaderamente se encargan de expandir las fronteras musicales de la banda hacia nuevos horizontes. Todas ellas, aunque probablemente alienarán a quienes son fans de la banda por sus primeros dos álbumes, son composiciones que demuestran que Arctic Monkeys es una de las mejores de esta generación, algo que ya habían consolidado desde su anterior disco, AM.
Vale, no vamos a compararlo con sus otros discos (que si lo hiciéramos, estaría en último lugar junto con Suck it And See, pero como ya habíamos dicho, no lo haremos), pero sí vamos a mencionar que el álbum, aunque es el disco más atrevido y complejo de la banda, deja mucho que desear al llegar al track 7. A partir de ese momento, la experiencia decae abruptamente al presentarnos canciones con ideas poco trabajadas y aburridas.
Tranquility Base Hotel + Casino es un disco donde se puede dimensionar el tamaño de una banda que nunca se ha conformado con atender a sus fans, ni a la crítica. Es el disco más contrastante en su discografía y el que más se ha esforzado por ser musicalmente sofisticado. Definitivamente se aplaude de sobremanera el hecho de expandir a verdaderos nuevos límites su sonido, aunque no todas sus canciones son realmente brillantes.