¿Por qué deberíamos replantearnos los servicios de streaming?
La música nunca se ha transmitido de la misma manera a lo largo de la historia, y por lo tanto, las significaciones de ésta o sus funciones han variado mucho dependiendo del lugar y del tiempo. Algunos momentos concretos en los que se ha transformado la transmisión de la música han sido la aparición de la notación musical en el siglo IX, la imprenta con la cual fue posible posteriormente la venta masiva de partituras en el siglo XIX y la aparición del gramófono a finales del siglo XIX que logró crear una «industria musical», lo cual cambió drásticamente la forma de entender a la música y originó que se convirtiera también en una industria de entretenimiento masivo. Es importante aclarar que históricamente, antes de este momento, la música era valorada como un proceso importante de socialización y meditación, por lo que siempre se apreciaba en momentos estructurados y largos de tiempo, con la máxima atención posible para significarla con la gran valuación que siempre se ha merecido.
A partir de la creación de la industria musical, han sucedido otros acontecimientos importantes como la aparición de la radio, la portabilidad de la música gracias al walkman, la compartición de archivos musicales gracias a Napster y por supuesto, los recientes servicios de streaming. Lamentablemente, todos estos sucesos tecnológicos que han facilitado el acercamiento a la música, también han hecho que los escuchas cada vez doten de menos valor y significación el proceso de apropiación y entendimiento de ella.
Sin embargo, es precisamente con los servicios de streaming donde se ha acentuado el menosprecio por el arte de escuchar música, ya que este servicio propicia una predilección por las «listas de reproducción» y un menor acercamiento a los álbumes musicales, que a final de cuentas, eran y siguen siendo manufacturados con la idea de generar conceptos más grandes de ideas musicales y que pueden ser apropiados de forma estructurada durante un tiempo «largo» (en promedio, 50 min.).
Escuchar música en la actualidad ya no representa ningún esfuerzo para hacerlo, o al menos es mínimo. Basta con descargarse en dos minutos una app para el celular para tener acceso a infinidad de archivos musicales, por lo cual, se le ve como un producto cultural efímero, de acompañamiento, y además, desestructurado, ya que se tiene la percepción de que en cualquier otro momento se puede volver a consumir sin ningún tipo de costo o castigo real. Esto conlleva a que el escucha promedio no tenga ningún problema con: a) no poner atención a lo que está escuchando; b) hacerlo en cualquier lugar y momento sin un sentido profundo; c) escuchar canciones aisladas de diferentes artistas sin importar si esas canciones forman parte de un concepto más grande como un álbum musical, el cual se está omitiendo; d) escuchar anuncios publicitarios cada dos canciones que interfieren con una escucha estructurada de ideas musicales; entre otras cosas que podríamos seguir enlistando.
Además, hay otros factores que son necesarios considerarlos severamente, como la calidad digital de las canciones que nos ofrecen los servicios de streaming gratuitos (afortunadamente Tidal es un síntoma de que existe un público que se interesa por la calidad) o el beneficio que realmente obtienen los artistas por poner su catálogo en estas plataformas (Tylor Swift fue escuchada por Apple al pagar regalías a los artistas mientras su servicio es completamente gratuito, pero, ¿realmente ese hecho es la solución a los problemas económicos que atraviesan los músicos hoy en día?).
Es triste ver cómo en la realidad, el promedio de escuchas actuales no tienen ninguna consciencia respecto a los medios, contexto y canales que utilizan para apropiarse de algo que, durante prácticamente toda la historia de la humanidad, se ha visto como un proceso sagrado de contacto con algo más profundo.
«La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía.» L. van Beethoven
Con la creación de nuevas plataformas para acercarnos a millones de horas de música grabada, como lo es Apple Music, Google Music, Tidal y el despunte de Spotify; es necesario y fundamental que nos replanteemos qué es lo que entendemos por la música que escuchamos, cómo la valoramos y cuál es la forma ideal para apropiarse de ella. No se vale hacer las cosas porque es lo más «fácil» o porque «todos lo hacen así»; es necesario pensar, hacer sacrificios y revalorar nuestro contacto con ella, y esto implica desde dejar de escuchar las canciones que están de moda sólo porque están de moda y mejor empezar a buscar lo que nuestra alma necesita, elegir medios, el ambiente y los canales más adecuados para entenderla verdaderamente y lograr significarla.
https://www.youtube.com/watch?v=Y1zs0uHHoSw