El día ha llegado y los resultados han sido revelados. El disco de Wolf Alice ha ganado la edición número 27 del Mercury Prize, probablemente el premio musical más «justo» que exista, aunque ello no tenga ningún sentido ya que en el arte todo se trata de percepciones y subjetividades, y para ejemplo, el premio de este año se lo dieron a una banda que, según nosotros, no se lo merecía. Presentamos nuestros argumentos:
1.- Es un disco normalón. Tampoco vamos a mentir, no es un disco horrible, pero su sonido es una amalgama de tantas inflluencias, que a veces ya solo suena a una pobre imitación.
2.- Florence + the Machine. Ya Florence se está convirtiendo en el nuevo Radiohead, al estar muchas veces nominada por cosas chidísimas, pero no ganar nada a la mera hora. O sea, si el Mercury podía hacer algo políticamente correcto este año, era darle su premio a Florence.
3.- Las apuestas. Según los expertos, Arctic Monkeys, Florence + the Machine y Noel Gallagher’s High Flying Birds eran los candidatos con mejores oportunidades de llevarse el premio. Por algo será.
4. La reputación. Han habido muchos momentos en el Mercury que han dañado severamente la reputación del premio. Uno de ellos es este, el cual parece haber ocurrido en una especie de darle el premio a la banda que sea la sensación comercial del momento.
5.- Los que sí lo merecían verdaderamente. Independientemente de lo comercial, este año había placas que nosotros consideramos mucho mejores. La más obvia: The Ooz de King Krule, aunque habían otras de muy buena calidad como No Shame de Lily Allen, Your Queen is a Reptile de Sons of Kemet o A Fever Dream de Everything Everything.