El 23 de enero de 2006, en medio de un invierno tempestuoso para los ingleses, se lanzó físicamente uno de los álbumes más esperados en la historia de la música alternativa, y ello alimentó severamente la sed de una revolución que nunca se planeó en contra de la industria musical. Aquél fue el momento en el que Arctic Monkeys publicaron uno de los mejores álbumes debuts que se han escuchado nunca jamás. Aquél fue el momento en el que se perdió una batalla contra las disqueras, pero se ganó una guerra de independencia. Aquél fue el momento en el que empezó a ser creíble que verdaderamente eran los “salvadores del rock”. A diez años de ese momento, analizamos el disco que consolidó el fenómeno que Arctic Monkeys ahora son.
Para algunos era obvio: ya no se necesitaba de ninguna disquera para ser exitoso; sólo bastaba con tener como aliado a internet, y los Arctic lo habían demostrado sin siquiera saber utilizar MySpace. Lo que pocos pudieron apreciar verdaderamente en ese momento, es que el fenómeno se expandía no por una suerte de ayuda tecnológica, sino por el derroche de creatividad que la banda impregnaba en cada acorde ejecutado, el realismo de cada verso cantado y la gran afinidad creada por la apariencia y personalidad de los integrantes; algo que al final lograron trasladar a una de las mejores placas que nuestros oídos han podido escuchar. Su esperado debut oficial Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not, cuando salió el 23 de enero de 2006, lo hizo todo tan bien que en realidad poco importó que hubieran tenido que firmar con una disquera (independiente, pero disquera) para poder sacarlo, y los fans que pregonaban la cultura libre corrieron a comprarlo logrando que fuera el disco debut con mayores ventas en historia de la música británica, y el más rápido en hacerlo.
Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not: brutal honestidad de una juventud perdida
El álbum, creado en este contexto de premura ante la efervescencia de un talento y sin ningún tipo de expectativa por parte de sus integrantes, logra manifestar fielmente y conscientemente las inquietudes de la juventud inglesa moderna. Desde antes de que los integrantes empezaran a construirlo ya sabían que querían crear un álbum conceptual que retratara con una brutal honestidad lo que significaba ser un joven inglés en busca de un poco de sentido. En una entrevista, el productor del álbum Jim Abbiss comentó que Arctic Monkeys ha sido la única banda en tener una idea clara del orden de las canciones en el disco con la que ha trabajado. Alex había creado toda una historia y la quería contar a través de 13 canciones. Atinadamente el productor le propuso grabar el disco en ese justo orden.
La experiencia que nos ofrecen los changos empieza con la contemplación de un atardecer por parte del narrador, y a partir de ahí, la historia es un descenso hacia la extraña confusión existencial que se padece en la modernidad, y un ascenso hacia la apropiación de una identidad que le hace entender quién es a partir de las diferencias respecto a los demás. Precisamente lo interesante del álbum es que el narrador no está solo, sino que en todo momento interactúa con personajes que le ayudan a reconocerse a sí mismo: la pareja, la prostituta, la autoridad, los enemigos, los amigos, el “crush”, la sociedad; de ellos aprende, los observa y analiza para luego hablarse a sí mismo como si fuera otra persona, como si se estuviera tratando de explicarse lo que está sucediendo ya que no lo entiende de primer momento. Todo esto se nos narra a nosotros los escuchas a través de una historia en la que el eje central es el sexo, al igual que lo es para la juventud y para el hombre, y de una forma tan natural y simple, utilizando Yorkshire, un dialecto común y callejero que refleja con honestidad los cantos de socorro que se gritan para encontrar un lugar en el mundo.
La mejor forma en la que puede comenzar la historia contada, es con nuestro adolescente narrador borracho buscando diversión nocturna y extrañando a alguien del pasado, alguien a quien le envía mensajes de texto por celular para desahogarse. La diversión continúa en un antro, en donde el narrador coquetea sexualmente con una chica. Se nos muestra en ese momento al ser excesivo, desordenado y caprichoso que conoceremos más profundamente en los subsecuentes minutos. Un ser hedonista que aprecia la vida basada en el deseo superficial que es tan común en la actualidad y que «apuesta a que una mujer se ve mejor en la pista de baile» (la cocina moderna de la cultura occidental, en donde la mujer adquiere el único rol de satisfacer al hombre).
Y aquí no hay amor, no. No hay Montescos ni Capuletos. Sólo fuertes melodías y DJs y sucias pistas de baile y sueños sobre perversiones.
Posteriormente, en «Fake Tales of San Francisco», el narrador nos cuenta sobre el fantocheo absurdo de los jóvenes buscando la aprobación en un mundo en donde no han tenido experiencias significativas que presumir. Historias falsas que resuenan sólo en el aire y en quienes las quieren creer.
Sí, pero las chicas dicen que es increíble, así que no hay nada que hacer. Es la prueba de que el amor no sólo es ciego, sino también sordo.
Una de las características más sobresalientes de la placa, es la habilidad que tuvieron para musicalizar las diversas situaciones que ocurren dentro de su narrativa y que sonara congruente. La canción que mejor plasma esto es »Dancing Shoes», en donde, a través de un ritmo intensamente provocador, nos retratan el miedo absurdo que paraliza la conquista sexual del narrador, un miedo al que responde ancestralmente el humano ante el posible fracaso.
«You Probably Couldn’t See for the Lights But You Were Staring Straight at Me» sigue el mismo camino de la canción anterior, mostrando al personaje principal ahora intentando también superar a otros hombres, revelándose la naturaleza humana de competitividad sexual.
Estoy tan tenso. Nunca había estado tan tenso. Podría ser como Frank Spencer. Estoy tartamudeando, lo tengo todo en la punta de la lengua pero no puedo decirlo apropiadamente. La situación me está superando, y si no estuviera tan oscuro podrías ver lo rojo que me he puesto.
En «Still Take You Home», el protagonista parece cuestionarse por qué tiene una atracción tan intensa ante alguien que no sabe nada. Es un momento en donde por primera vez está en disgusto con lo que es y con la falta de sentido de sus acciones.
¿Pero qué sabes tú? Tú no sabes nada. Pero aún así te llevaré a casa.
«Riot Van», la siguiente canción del disco, parte a la placa en dos, musicalmente hablando, al cortar la intensidad y progresión que hasta ese momento se genera (algo que replicarían en su siguiente material discográfico). En esta canción y en «Red Lights Indicates Doors are Secured» se aprecia la rebeldía que muestra el narrador simplemente por tratar de ir en contra de las normas que se le han impuesto en un mundo ya determinado. Nada tiene sentido porque nadie se lo ha explicado, además de que todo es tan aburrido en su vida suburbana, que lo único divertido es ir en contra de la ley.
El disco en todo momento es tan natural en la forma en la que cuenta las historias que fácilmente uno se siente identificado con todo. El último tramo del disco es importante porque en él, el narrador muestra signos de haberse separado de los rituales y valores que hasta el momento se habían mostrado, para inclinarse hacia una vida en donde el dinero no es el centro («Perhaps Vampires is a Bit Strong But…»), hacia una vida en donde se desafana de la objetivación de la mujer («When the Sun Goes Down»), hacia una vida de aversión a la violencia («From the Ritz to the Rubble») y finalmente, hacia una vida de amor a la libertad («A Certain Romance»). Justo en esta parte final, el protagonista debe decaer en lo más bajo para apreciar el valor de las cosas. Tiene que reconocer en otros la humillación y depravación hacia la mujer para tomar conciencia, como se nos narra en «When the Sun Goes Down»:
Lo he visto con chicas de la noche. Le dijo a Roxanne que se pusiera bajo la luz roja. Están todas infectadas pero él estará bien porque es una porquería de basura, ¿no te habías dado cuenta? Dije que es una porquería de hombre ¿o acaso no te habías dado cuenta?
En «From the Ritz to the Rubble» entendemos que, durante la travesía del narrador, el Sol se ha escondido, la noche ha terminado, y que ahora es de mañana. Entendemos que ha alcanzado un grado más de conciencia porque todo es diferente respecto a cuando estaba en la oscuridad.
Este pueblo es diferente al que fue anoche. Esa chica es una chica distinta hoy. Esa chica es una chica distinta a la que besé anoche.
«A Certain Romance», uno de los mejores finales de un álbum que hemos podido escuchar, reafirma el discurso honesto y auténtico que intentaron desde un principio plasmar. Una muestra de que ellos no querían interpretar el papel de salvadores de rock que la crítica les quería adjudicar , ellos sólo querían tocar y divertirse (algo que también hacen evidente en el video de «I Bet You Look Good on the Dancefloor», y en la canción homónima de su EP Who the Fuck Are Arctic Monkeys?). Como dato interesante, para «A Certain Romance», Alex quería algo tan especial, que se grabó en vivo en una sola toma con todos los integrantes tocando, sin ningún tipo de error en la ejecución.
Diles si es que quieres. Les diremos toda la noche pero ellos nunca escucharán porque son cerrados de mente y por supuesto que está bien pensar así.
Al final, aunque firmaron con una disquera independiente (Domino Records), este hermoso episodio llamado Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not sirvió para que se siguiera fermentando un cambio de paradigma en la industria que parece aún no tener un final bien dibujado. Pero sobre todo, sirvió para demostrarnos que la banda, pese a su corta edad, tenía algo trascendental que decir, y lo decía de una forma tan perfecta y brutalmente honesta, que realmente podían salvar la autenticidad que el rock estaba perdiendo.