Randy Fitzsimmons ha muerto.
El supuesto, líder, fundador, mentor y compositor principal de The Hives, Randy Fitzsimmons, que nadie sabe quién es en realidad, ya que permanece oculto en el anonimato, dejó un misterioso obituario y un poema críptico en un periódico local, el cual vieron los integrantes de la banda y sin dudarlo, se pusieron manos a la obra para seguir las extrañas pistas que los condujeron a la lápida de Fitzsimmons. Al cavar el suelo, la banda no encontró un cuerpo sino varias cintas, trajes y un papel con las palabras ‘La muerte de Randy Fitzsimmons’ escritas a máquina como si fuera un título. Las cintas descubiertas incluían las demos que se convertirían en las doce nuevas canciones de The Death Of Randy Fitzsimmons, el nuevo álbum de la banda de Garage Punk, The Hives.
O al menos esta es la forma en la que la banda presenta su sexto álbum de estudio. Un disco rápido y furioso como la banda nos tiene acostumbrados, sin llegar a la velocidad tan caótica que impregnaron en sus 3 primeros álbumes, ni a la divertida creatividad con la que componían antes.
Una producción áspera y descuidada que nos recuerda toda la esencia punk y garage con la que iniciaron, pero que es un poco decepcionante sobre todo por la larga espera que aguardamos desde su último lanzamiento hace 11 años.
Es un disco que se parece mucho más a una combinación entre Veni Vidi Vicious y Tyrannosaurus Hives, fiel a un estilo que tampoco cambió mucho en posteriores álbumes, pero que no logra estar completamente a la misma altura. Y es interesante que hayan decidido continuar con su sonido crudo, noise, enérgico y descuidado, pero lo han hecho de una forma excesivamente genérica.
Y el problema principal es que es una vuelta al territorio familiar de una forma tan obvia, que carece de sorpresas que lo hagan atractivo. Muchas de las canciones suenan poco desarrolladas, con riffs poco memorables y sin ser lo suficientemente frenéticas como para que valgan la pena por solamente la velocidad.
Los primeros 2 tracks sin duda son los que más valen la pena, y después de eso la placa cae poco a poco a un estado muy repetitivo y muy -normal-.
Las letras continúan siendo fieles a la esencia de la banda: simples y directas composiciones, con irónicas observaciones que hablan sobre realmente nada importante, y que funcionan más bien como un pretexto para que Pelle Almquist ponga su voz encima de las sucias guitarras.
Aún así, es una placa que es disfrutable en su estilo de garage lo-fi y que se agradece que sea un intento por permanecer honesto, divertido y directo después de 30 años de carrera. Por lo mientras, solo queda disfrutarlo sin muchas expectativas ni pretensiones, y ver qué es lo que en realidad pasó o pasará con Randy Fitzsimmons en el lore de la banda.