Después de 10 años de que The Mars Volta (una de las bandas más importantes del rock progresivo de las últimas décadas) se separara por conflictos personales entre sus dos fundadores, regresa con un séptimo álbum que sabe a la inauguración de una nueva etapa en su historia al presentarnos nuevos sonidos y estructuras musicales que amplían su legado.
Un álbum creado a partir del trauma
OK. Primero es importante aclarar sobre cómo fue creado el álbum. Siguieron con el mismo proceso que han seguido casi siempre, con Omar haciendo la música casi en su totalidad. Sí, ya sabemos que Omar es un genio musical que es capaz de lanzar 28 discos en solitario en los últimos 10 años mientras trabaja al mismo tiempo en otros 3 proyectos grandes. Así que no es de sorprender que haya presentado un total de 48 ideas de canciones para este disco, de las cuales fueron seleccionadas solo 14 como las que conformarían el tracklist final.
Cuando la estructura principal musical estuvo lista, fue momento de presentársela a los demás músicos para que, se lo aprendieran y para que, Cedric, la otra parte importante de The Mars Volta, le compusiera letras y prestara su voz. Este proceso que tuvo Cedric para añadirle letras duró muy poco. De hecho, fue en un periodo de tan solo 10 días en el que se grabó la mayoría de los sonidos que componen el disco. La inspiración principal sobre la que se construyó la narrativa del disco es la incorporación de Cedric y su familia a la iglesia de la cienciología, en donde vivieron un periodo muy caótico y lleno de oscuridad, con su esposa llegando incluso a acusar de violación a otro miembro de Cienciología, Danny Masterson.
Recordemos que desde su creación, la iglesia de la cienciología ha estado inmersa en un mar de denuncias por diferentes miembros que la acusan de manipulación. Y también es una iglesia llena de mucho sincretismo, obligando con presión psicológica a sus miembros a aislarse y guardar secretos mientras «avanzan y crecen en su camino hacia la eliminación de traumas y aspectos limitadores».
La cienciología predica que los humanos son seres espirituales inmortales que han olvidado su verdadera naturaleza. Su método de rehabilitación espiritual se llama «auditación» y, al hacerla, los practicantes reviven hechos o experiencias traumáticas (a menudo olvidadas) de su pasado con el objetivo de liberarse de su carga negativa y así mejorar su vida presente y futura.
Las letras del disco, crípticas como chingadamadre debe de ser, hablan sobre engaños, una sed de venganza («Blacklight Shine»), pistas que hay que descifrar para salir del secuestro («Blank Condolescences»), lenguas cortadas («Vigil»), niebla que impide ver («Que Dios te Maldiga mi Corazón»), desmoronamiento y una necesidad de ser salvado («Cerulea»). Básicamente son letras que están describiendo la necesidad del ser humano de expiarse, liberarse de ataduras y reconstruirse.
Me entregaste una vida de engaños. Lo vas a pagar.
Blacklight Shine
Hablando de los músicos que instrumentan la música de Omar, para esta ocasión se incorporó a Eva Gardner, la bajista original de The Mars Volta que sólo participó en los primeros días de la banda y que ni siquiera llegó a estar en el magnífico debut, así como también a Marcel Rodríguez López, hermano menor de Omar, y quien ha estado presente en la mayoría de las producciones de la banda pero que no colaboró en Noctourniquet (2012).
Las percusiones fueron hechas por Willy Rodriguez, baterista puertoriqueño de estudio, quien no había colaborado antes con The Mars Volta, pero que ha logrado impregnar un ritmo alegre y fiestero en las percusiones del disco, inspirándose en el folclore latino e incorporando muchos instrumentos propios de las percusiones latinas.
Las aportaciones de estos músicos, así como la música compuesta por Omar, son extremadamente interesantes, con sonidos influenciados principalmente en el caribe y ritmos latinos, muy notorios en las percusiones que hace Willy. Toda la influencia latina proyectada es un elemento que de hecho es característico de la banda y que dominan en su ADN, pero que esta vez se ha apoderado muy cabrón de la identidad del disco.
Además, este nuevo álbum se nutre de géneros que no habían explorado tanto, como lo es la electrónica y el pop. Y es una evolución natural para la banda que se agradece muchísimo. Digo «natural» porque no es la primera vez que las intenciones de The Mars Volta habían sido crear un álbum más tranquilo alineado al pop. Recordemos que Octahedron (2009) fue, en su momento, el álbum de pop que la banda quiso hacer, aunque ese disco presenta sonidos más acústicos, a diferencia de este nuevo The Mars Volta, donde en varias canciones los impulsos electrónicos guían la experiencia.
El último género que se inyecta en ese disco es el jazz, con algunas colaboraciones en teclados del músico argentino Leo Genovese.
Un álbum que se aleja del rock progresivo para ser mucho más pop
Pese a ser uno de los álbumes más tranquilos en la discografía de la banda, con la mayoría de canciones en tempos lentos y estructuras más simples, lejanas a las caóticas y rugosas improvisaciones de rock progresivo, eso no significa que aburra y no sea una experiencia disfrutable.
Las primeras cuatro canciones funcionan como una introducción a esta nueva etapa de la banda y son una síntesis de gran calidad del resto de la experiencia. «Blacklight Shine» abre el disco de manera contundente con muchas percusiones latinas que son acompañadas de manera elegante con guitarras progresivas. «Graveyard Love» redirige el rumbo hacia el lado más electrónico que le hemos escuchado a la banda, con secuenciadores y vocoders sobre los que está construida la canción. «Shore Story» propone bajar el tempo para entregarnos una fina balada minimalista. «Blank Condolences» es una pieza más progresiva y que rescata mucho de la tradición sonora de la banda.
En cuanto suena «Vigil», nos encontramos con la primera gran sorpresa del disco, ya que es una balada que profundiza en el pop más pop que jamás le hemos escuchado a The Mars Volta. Un riesgo creativo que se agradece que lo hayan desarrollado de la forma en la que lo han hecho, sin sentirse forzado ni falso. De hecho, a partir de esta canción, los tracks se sienten que desarrollan con mayor profundidad las nuevas ideas creativas de la banda.
«Que Dios te Maldiga mi Corazón», es una pieza que profundiza aún más en el caribe y en la ascendencia latina y puertoriqueña de la banda.
«Cerulea», en una especie de marcha y de balada, que demuestra las intactas habilidades de la banda para crear piezas emocionales que transmiten belleza y poder.
El resto de los tracks siguen tomando mucho de pop, jazz y baladas para influenciarse, y hacen del disco una experiencia bien planteada, bien ejecutada y llena de ideas cohesionadas que justifican completamente la reunión de la banda y el lanzamiento de un nuevo disco de una de las agrupaciones más importantes del rock progresivo moderno.
La producción, a cargo del mismo Omar Rodríguez-López, goza de una impecable manufactura, con sonidos limpios y vibrantes, así como decisiones creativas que marcan un cambio sutil en el sonido de la banda, con melodías más concisas y más enfocadas que son más fáciles de escuchar y entender, tanto porque son más cortas en duración, como por sus estructuras más limpias y simples.
The Mars Volta es el regreso triunfal de una de las mejores bandas de rock que han existido.