«Despedázalo y consúmelo», es el verdadero nombre que debió de haber tenido Ultraviolence, el último disco que nos ofrece la señorita Lana Del Rey.
Ciertamente estamos ante un álbum que probablemente emocionará a cualquiera que lo escuche, tomando de él una que otra canción y oyéndolas de modo aislado en su lista de reproducción, o utilizándolas como ambientación lúgubre en una noche triste para desahogar sus penas. Sin embargo, para aquel ser ilusionado que esperó escuchar algo más profundo que sólo aquella voz cautivadora, el tercer álbum de estudio de Lana es sin duda una lenta decepción que va consumándose en el transcurso de 14 lentas canciones.
Aún con la participación de Auerbach (vocalista de The Black Keys) y la deseada influencia que se anhelaba de él, no se logra percibir nada arriesgado ni sobresaliente más que unos cuantos riffs bien acomodados por aquí y por allá, así como unas percusiones idóneas para mantener toda la maqueta rítmica de una producción pop y una ornamentación musical que sólo durante pequeños momentos logran su cometido.
Siendo un disco del cual se esperaba más por el hype construido por aquellos singles que funcionaron como poderosos anzuelos de mercadotecnia (cosa que ya utilizó en su momento con Born To Die, 2012), y con el cual Del Rey apuntaba a ganar, desafortunadamente fracasa.
Al final, creo que lo ocurrido fue nada más y nada menos que un discurso repetido y desgastado de la Barbie Neoyorquina que espera ser tomada en serio mientras está jugando a interpretar el rol de mártir en una relación enfermiza, la cual no se sabe si es por un asunto de auto flagelación o una idea retorcida de gozar sufriendo en el amor.
Ya uno se puede imaginar al séquito de fans tarareando un poco de «Ultraviolence» y «Brooklyn Baby» mientras se fuman un cigarrillo y se preparan para ir al Corona Capital a ver a una bandilla de pop alternativo, sin embargo, más allá de lo que es ciegamente aceptado por un grupo de personas que aman todo tipo de estereotipos pop y esas cosas, se debe de decir algo: no todo el pop es vacío y masivo y no todo lo alternativo es bueno y genuino. Sin duda esto último es una idea que encaja perfectamente para el esperado Ultraviolence de la señorita Lana del Rey.