Sin perder nunca la esencia, Interpol nos entrega un álbum consistente aunque monótono. Para los que conocen y siguen a la banda desde hace años, Marauder les parecerá la continuación obvia y plana en la discografía de la banda al no haber ni una sola sorpresa en su sonido. Para quien nunca haya escuchado un trabajo de ellos, este nuevo disco resume perfectamente el sonido que han trabajado durante sus 20 años de carrera, así que escucharlo es una buena idea, aunque no sea el más creativo ni emocionante que hayan compuesto.
Marauder es la zona de confort de Interpol.
El mayor problema de Marauder es que parece no intentar nada. Que una banda sea honesta con su sonido no tiene nada de malo, pero siempre es aplaudible que el artista intente expandir sus límites, ya sean creativos o técnicos, orientando la obra hacia su propio camino, hacia su propia identidad, mensaje y valor estético; pero este disco no se diferencia casi en nada a lo que la banda ya nos ha mostrado. Cada track pudo haber encajado fácilmente en cualquier otra placa de la banda y nadie se hubiera molestado.
OK, el disco, comparado con lo demás de la discografía de Interpol no es muy diferente, pero al menos ¿es bueno? Para ser justos, queda en la mitad, ni bueno ni malo. Todos los tracks se parecen tanto entre sí, que da la sensación de estar escuchando lo mismo durante 45 minutos. Si no fuera porque seguimos enamorados de ese sonido oscuro y atemporal de la banda, sería terriblemente aburrido. Los únicos tracks que rompen la estética homogénea son los interludios, y la verdad ni siquiera entendemos qué hacen ahí, no hacen falta, no complementan nada, el disco no se siente como una obra completa como para estar dividida en actos, pero bueno…
Como ya dijimos, que el sonido sea el tan característico sonido de Interpol, hace que el disco valga la pena, porque por más que este sea su sexto disco, no nos cansamos para nada de esas guitarras chillantes, de la poderosa voz de Banks, de la batería precisa que siempre va progresando en sus frases rítmicas, y de los riffs sombríos de bajo que siempre destacan.
Su segundo mayor problema, y uno que verdaderamente afecta su apreciación, es su maldita compresión que hace que todo suene bofo y reventado. Es increíble que la banda optara por permitir que la masterización haga sonar tan mal a Marauder (en el caso que todo haya sido intencional). La voz de Banks termina siendo borrosa, al punto de ser incomprensible en determinados momentos. La batería y el bajo suenan tan saturados que toda inmersión posible en la experiencia sea imposible. El Pintor (2014) ya tenía problemas de producción, pero esto es una grosería. El recuerdo de un sonido tan claro como el de «Success» ha quedado enterrado como estándar en esta ocasión para preferir que todo sea opaco y parezca súper amateur, una lástima.
Aunque Marauder no es malo por sí mismo, es sin duda el peor en la discografía de la banda, en primer lugar porque no sorprende en su sonido ni llega a ser verdaderamente emocionante, y en segundo lugar, porque tiene una producción de pena ajena.
Interpol es una banda neoyorquina de Post-Punk Revival fundada en 1998. En su primer álbum, Turn on the Bright Lights, que apareció en 2002, tuvieron un sonido oscuro e hipnótico. En 2004 lanzan su disco Antics con un sonido más ligero y digerible. En sus posteriores lanzamientos lograron madurar un sonido que se ha convertido en su sello. La crítica musical los ha etiquetado como retro-rock o revival rock. Interpol tiene un estilo de rock oscuro, de raíces claramente ochenteras, que recuerda el post punk de los ingleses Joy Division y Bauhaus. También se acercan a la vertiente más sucia del rock independiente estadounidense de Sonic Youth, Dinosaur Jr y Nirvana. Además, podemos señalar la influencia de los Pixies, principalmente en la manera de afrontar la creación musical. En sus inicios, la banda fue considerada una copia del mítico grupo de Ian Curtis, Joy Division, pero con el paso de los años la banda ha demostrado tener una identidad propia y un sonido muy particular.